sábado, 31 de diciembre de 2011

A RITMO ACELERADO

Por: Geraldine Emiliani

Evadir obligaciones, dejar una tarea sin terminar es sacrificar las interminables decisiones y opciones que tenemos. Siempre habrá obstáculos en el camino porque son parte de la vida misma.  Las causas del estrés son numerosas y complejas. Razones válidas para encontrarse hastiado, molesto y angustiado.  Los efectos varían de una persona a otra, dependiendo de factores como las experiencias en la infancia, los antecedentes culturales, la seguridad económica y el estilo de vida, entre otros.

No discuto la práctica eficaz del sistema capitalista; pongo en tela de juicio sus bondades; que más que bien es una presión externa que dirige la razón de la acción, destruyendo la conciencia reflexiva debido a la lucha permanente del hombre y la mujer por ubicarse en una escala social que no les pertenece.

A menudo se nos hace sentirnos culpables debido a nuestras diferencias económicas y a creer que no tenemos las cosas necesarias para enfrentar las contrariedades o lo que nos produce placer. Nuestra sociedad ha creado un falso sistema de valores que destruye eficazmente la dignidad humana.  En nuestra sociedad capitalista se ha creado más abundancia material que en cualquier otro sistema y, a la larga equivale a más aflicción emocional.

“En el mundo hay cien millones de personas sin techo incluyendo más de treinta millones de niños.  Más de doscientas ciudades sobrepasan el millón de habitantes y hay unas veinte metrópolis con más de diez millones de residentes”, señala la revista Foreign Affairs.  Un informe del Instituto Worldwatch destaca que la ciudad nigeriana de Lagos, tendrá 25,000.000 de habitantes en el año 2015, con lo que la decimotercera ciudad más grande del mundo pasará a ser la tercera.

Federico Mayor, ex-director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, afirma que para el 2035, tres mil millones de personas se habrán incorporado a las aglomeraciones urbanas.  Añade que, a fin de absorber tal afluencia, en los próximos cuarenta años habrá que construir mil ciudades de tres millones de habitantes o, lo que es lo mismo, 25 ciudades de tres millones de habitantes cada año.  Especialistas de la Organización Demográfica afirman que la calidad de vida en muchos centros urbanos es hoy peor que en las áreas rurales.  Este problema se debe principalmente a la urbanización acelerada de los países en desarrollo.

En Panamá, la población urbana crece a un ritmo acelerado y asombroso.  La capital aparece, con o sin razón, como un espacio de progreso y de libertad y un lugar de oportunidades de todo tipo; así como para la subsistencia.  Hay quienes dejan su hogar en la zona rural en la búsqueda de una vida mejor; otros deslumbrados por las luces de neón, abandonan el campo o las ciudades pequeñas por la inestabilidad económica. 

La variedad de los mercados existentes hace que los moradores dejen las tareas del campo y asuman otras ocupaciones. La capital ofrece servicios y ventajas, y atrae al que no la tiene, especialmente si la vida rural es dura. La aglomeración trae como consecuencia entre otras cosas: altos niveles de desempleo y subocupación, especialmente cuando el mercado laboral es incapaz de absorber el número creciente de solicitudes de trabajo; dependencia en la seguridad social; problemas de salud pública y delincuencia. Los servicios de saneamiento y el suministro de agua potable se tornan inoperantes. 

Otra incidencia recae en la Ecología. El deterioro ambiental aparece al expandirse las urbes, y por último, la congestión vial debido a la desproporción existente del tamaño de nuestra ciudad con la inmensa cantidad de autos y el pésimo sistema de transporte.  A principios del siglo pasado, el transporte era lento y escaso, y esto favorecía las comunicaciones y las relaciones humanas.

Los pobres pagan caro las mejoras con el denominado “aburguesamiento de los barrios”. Es decir, la ocupación de algunas vecindades pobres por familias con mayor poder adquisitivo. Este proceso es fruto de los cambios económicos.  Como es lógico, mejora el sector.  Pero al subir de categoría la zona, se encarecen los precios, de modo que los que menos poseen suelen verse incapaces de seguir en el barrio donde han trabajado y vivido por años.  Los barrios de vivienda barata se han convertido en centros de delincuencia, vandalismo y desesperanza.

Pese a todo esto, no cesa el éxodo de inmigrantes a la capital.  Frenarlo sería una tarea difícil y sin razón de ser.  Contemplar nuestra ciudad es ver nuestro futuro, convirtiéndose en sinónimo de desorden e implica una mayor presencia policial.  Estamos sujetos a un sinnúmero de leyes para nuestro beneficio. Depende de nuestras acciones, decisiones y buena voluntad el que las leyes cumplan su cometido.

Para erradicar males como los mencionados, hace falta más que la presencia policial o una mano de pintura o leyes que cumplir.  La mejor medida económica que puede adoptar un municipio es instruir a sus habitantes a realizar cambios en su actitud y conducta. 

He visitado países con ciudades hermosas, bien planificadas y limpias, y quedo maravillada de la hospitalidad de sus habitantes.  Estoy segura que lo mismo pensará los que vienen de visita a este bello y acogedor país. Por tanto, recordemos que la ciudad no sólo se compone de edificios y calles, sino de personas.  Somos nosotros quienes debemos cambiar para que nuestra urbe mejore y se convierta en modelo de excelencia.

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