Por: Enrique Jaramillo Alvarado
Los regímenes de gobierno, en nuestra América India, se iniciaron en el año 1492, cuando Cristóbal Colón solicitó—y obtuvo— de los Reyes Católicos, tres títulos a saber: Almirante, Gobernador y Virrey, los cuales fueron concedidos a perpetuidad, pero de hecho, el único que ejerció fue el segundo, porque fue tan deficiente su trabajo, que nada más duró siete años en el cargo, cuando lo reemplazaron por Bobadilla en 1499, que solamente se desempeñó como Gobernador.
La creación del Virreinato en sí, fue un hecho posterior (1535) con la aparición del de Nueva España en México, que afloró con dos rasgos propios y muy originales: a) absoluto poder sin consulta previa de la Corte, para tomar cualquier decisión y b) los súbditos formaban parte de la corona, y a esta configuración administrativa debemos agregar 14 capitanías creadas por el rey de Portugal, (1532), al recién fundado Brasil, de las cuales sólo la de Pernambuco fue exitosa, mientras que en el resto de América, España implantó las de Chile, Guatemala y Venezuela militarizando sus territorios comandados por un capitán del ejército español, de allí el origen de su nombre, corrigiendo así la frustración sufrida por Portugal.
Al asignársele a la Corona de Castilla las nuevas tierras de Indias, las leyes y el gobierno de las mismas se aplicaron como fiel copia de las imperantes allá, y su influencia se extendió a todos los campos: judicial, financiero, eclesiástico, legislativo, comercial y militar, así pues se determinó que los virreyes y capitanes fueran la máxima autoridad, tal cual eran en las capitanías, que tenían bajo su responsabilidad la administración de justicia y la función legislativa, celebrando las audiencias en la ciudad principal de cada jurisdicción, siendo una de sus obligaciones más importantes la de proteger los intereses de los aborígenes.
Cuando José Bonaparte tomó el trono Español, los cabildos se convirtieron en una institución no considerada como un apéndice administrativo de España y la única entidad del gobierno en que se le daba amplia intervención al elemento criollo. Este hecho fue aprovechado para establecer los Cabildos Abiertos con la participación de todos los ciudadanos, transformándolos en la única institución capaz de dar los pasos pertinentes para la constitución de los primeros gobiernos americanos, como sucedió en Panamá y el resto de América.
Muchos que consideran que gobernar un país es el arte de resolver problemas sin crear otros nuevos, tarea que siempre he considerado como la más difícil que debe afrontar un ser humano, para ello realmente se requiere gente muy especial pero, a pesar de ello, no sólo hay personas que lo desean vehementemente, sino que se desviven por lograrlo, a costa de lo que sea. Bien decía Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de Literatura, guatemalteco, al referirse a este tema: “En este país solo se puede vivir de dos formas, borracho o loco” y aplicando esta máxima al nuestro, aparentemente nosotros en Panamá hemos preferido la segunda opción. Pero todo en esta vida tiene su precio y el ejercer la primera magistratura, presidentes del sexo masculino en los últimos gobiernos, no ha sido la excepción, porque hemos notado que se encargan del poder, con una mata de pelo en la cabeza, tal si fueran unos tigres, pero parece que las preocupaciones y problemas que deben afrontar mientras ocupan la silla presidencial, hace que salgan calvos. Veamos: Endara (q.e.p.d.) entró moñón como nadie y salió sin pelo; Balladares, también entró moñudo, y a pesar del magistral corte que usa para disimularlo, la calvicie es notoria; Martín cuando tomó posesión tenía un tremendo tebujo en la cabeza, y ahora se le ve mayúscula rondana, en la coronilla, pero en mi opinión al que más le está afectando esta vaina es a Martinelli, que, aun cuando entró con una cabeza despobladota, en los primeros meses de gobierno se está quedando completamente “bald”.
Aún cuando parezca prematuro, sugiero que, dentro de los actuales aspirantes para el próximo torneo electoral, escojamos para la presidencia a José Mulino, porque es como ver a un “puerco espín”: además de feo como “lagranputa”, pareciera que allí si es verdad que “la tose” esta cabrona coincidencia.
Por añadidura, no hay duda, que el hombre tiene estampa de ser un gobernante cabronazo, (CONATO y FRENADESO lo saben muy bien) porque, si se fijan detenidamente notarán que físicamente es igualito a Stalin.
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